Descendiendo por las curvas,
zigzagueando ladera abajo,
con prisas y sin freno,
ríos de lodo y aguas turbias.
La penumbra invade el paisaje,
ya se está acostando el sol,
su mente evadida por el alcohol,
está encontrando su lado salvaje.
Las gotas golpean el cristal,
el camino parece una noria,
el viento grita punzante,
produce un ruido infernal.
Su conciencia independiente,
no sabe lo que pasa,
lo ve todo nebuloso,
sus labios, sabor aguardiente.
La bajada infinita se complica,
se ha estrechado el camino,
movimientos torpes e imprecisos,
la calzada se duplica.
La muerte le susurra al oído,
le pide que acelere el ritmo,
él quiere olvidarse de todo,
y no se muestra esquivo.
La trazada gira a la derecha,
sus manos no reaccionan,
su cuerpo pide todo recto,
la vida en un instante, desecha.
El frío le recorre el cuerpo,
nota mojados los pies,
el peligro le despierta,
pronto estará muerto.
El coche se empieza a llenar,
el agobio le desconcierta,
apenas queda aire dentro,
pronto no podrá respirar.
El pecho empieza a presionarle,
la cabeza le da vueltas,
parece que le va a estallar,
necesita coger aire.
Los recuerdos le desmoronan,
aumentan su suplicio,
él no quiere marcharse,
sus energías se deterioran.
La Parca por él reza,
le tienta con una mejor vía,
acceder es su única salida,
la vida recorre su cabeza.
Sin voluntad alguna aspira,
el agua inunda sus pulmones,
en un momento siente paz,
su infausta vida termina.
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